Suele pasar que tus días carecen de sentido, no tienen un rumbo fijo ni un propósito común.
También te das cuenta que día con día eres más viejo: que lo que ayer vivías hoy se vuelve parte fundamental -e incluso intima- de tu pasado.
Pero también es cuando más valoras la experiencia y virtudes que te dan ese paso de los años: que las palabras que hoy predicas son las bases de lo que será tu futuro.
El punto es HOY que me encuentro -o eso estimo- a la mitad del camino.
Y no sé que paso es el que sigue, pero sí sé que no estoy perdido.
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