febrero 10, 2009

Algo para recordar...

El trayecto en ascensor se le hizo interminable. Empezaba a
faltarle el aire. Salió casi corriendo para respirar en la calle. Llevaba las
pastillas en el bolso, aunque se resistía a tomarlas por culpa de aquel
encuentro. Tenía ganas de vomitar. Se apoyó en un coche. A pesar del frío,
estaba sudando. No amaba a aquel hombre; estaba segura. Muchas veces dudaba
haberlo amado alguna vez. Pero ella misma había creado una relación de
dependencia con su marido que iba mucho más allá de los límites del amor.
Alberto tenía una influencia inexplicable sobre las personas de su entorno. La
tuvo sobre los padres de Montse, sobre su hermana Teresa. La tuvo sobre su hija.
La tuvo, sin duda, sobre las amantes que pasaron por su cama mientras ella
buscaba explicaciones imposibles cuando descubría indicios de los engaño. Nadie
había influido tanto en la vida de Montse como su marido. Nadie la había
manipulado tanto, ni le había hecho tanto daño como él.

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